Sin duda Ronnie Baker Brooks ha heredado todo el carisma, el talento y el feeling de su padre Lonnie Brooks, además de crecer, aprender y tocar casi a diario junto a artistas como Albert Collins, B.B. King, Willie Dixon, Koko Taylor y por supuesto su padre.

Nacido en 1967 en Chicago, a los nueve años ya tenía su propia guitarra. Al finalizar el bachillerato se unió como “road manager” a la banda de su padre, donde empezó a descubrir todos los secretos del blues. En 1993 fue reclutado para la gira de B.B. King junto a Koko Taylor, Junior Wells y su padre. Un día B.B. le dijo “Hijo, veo que siempre estás mirando como toco. Ya lo has aprendido todo de nosotros, especialmente de tu padre. Él es tan bueno o incluso mejor que yo, pero tenemos estilos diferentes”.

Con todo este aprendizaje, Ronnie ha ido construyendo poco a poco su propio estilo, siguiendo los consejos de aquellos nombres legendarios que siempre le decían que tenía que hacer suyas las canciones que tocara y creerse lo que estaba interpretando, algo que ha conseguido con trabajo duro, determinación y perseverancia, continuando el legado de su familia y sus mentores como uno de los grandes representantes del blues de Chicago más actual.

Aunque este es el quinto álbum que publica, es el primero que graba para la compañía Alligator. El disco está fuertemente anclado en el blues, incorporando algunos toques de soul, funk o rock a lo largo de doce composiciones, la mayoría propias en las que, según Ronnie, interpreta lo que siente y lo que le sale de lo más profundo de su alma, a través de unas canciones que presentan desde el blues más clásico de la vieja escuela hasta el Memphis soul o alguna que otra balada, todo ello salpicado de electrizantes solos de guitarra y letras que nos hablan del racismo, la pobreza o el amor, porque el amor está en su sangre y el blues en su DNA (ADN).

Ronnie Baker Brooks se encuentra a la voz y la guitarra, Will McFarlane está a la guitarra rítmica, Dave Smith al bajo y Steve Potts a la batería, junto a un selecto puñado de invitados y, como curiosidad y homenaje, la voz de su padre se escucha durante 13 segundos en el segundo tema del disco.