Igual que Robert Johnson hizo un pacto con el diablo para convertirse en el mejor guitarrista de blues, David Owen lo hizo con Bob Dylan medio siglo después y en otro cruce de caminos también a medianoche. David volvía a pie a su casa desde un bar donde había gastado todo su dinero escuchando blues y bebiendo y se preguntaba si debía ir a la Universidad como querían sus padres o dedicarse a su pasión que era tocar blues. Estaba meditando todo eso en un cruce de caminos y preguntando a Dios sobre su futuro, cuando paró un coche con la radio a todo volumen donde sonaba la canción de Bob Dylan “Like a Rolling Stone”. Owen escuchó entonces la áspera voz de Dylan que desde el coche le decía: “¡Si no tienes nada, no tienes nada que perder!”. Cuando el conductor le dijo: “Sube”, Owen no lo dudó ni un segundo. Meses después, estaba en Toronto, trabajando como lavaplatos y tocando su música en clubs, bares y esquinas.

A partir de entonces Owen ha cimentado su carrera convirtiéndose en un guitarrista con un gran poder de persuasión y un armonicista crudo y descarnado profundamente influenciado tanto por Little Walter como por Bob Dylan, dos estilos antagónicos que Owen sabe aprovechar y combinar con acierto. También ha modulado su voz y hoy día canta con solvencia el más genuino country blues, además de haberse codeado con artistas de la talla de Paul James, Downchild Blues Band, Dave Van Ronk o John Hammond entre otros.

Todo cuanto hemos comentado se plasma en este disco dedicado a su mujer que falleció en un trágico accidente en 2015 y que hizo que Owen se retirara de la música a la que, afortunadamente, ha regresado ahora. Son once canciones, para las que ha contado con la colaboración de Colin Linden a la guitarra, Dominic Davis al contrabajo, Fats Kaplin al violín y, por supuesto, la voz, la guitarra y la armónica de Davin Owen, interpretado todo con una intensidad y pasión que demuestran su amor y conocimiento del género.